











El porno ocupa un espacio en el imaginario colectivo contemporáneo sin distinguir género, gustos, preferencias o parafilias polimorfas que la internet y la telefonía móvil convertidos en panópticos portátiles, han hecho espacio común, lugar donde nos brindamos a emisores/receptores de deseos algorítmicos, hábiles en la satisfacción inmediata, digital y narcisista, reproducible técnicamente, escapismos masturbatorios del encuentro con el otro mediado por pantallas.
Políticamente la pornografía estandarizó el orden del deseo a partir de una medida heteronormativa y patriarcal, perfilando la sexualidad a un ideal de masculinidad relacionado al poder, normalidad, progreso, riqueza, sofisticación, modernidad. Como programa estatal para calmar el deseo de tropas en guerra, expuso públicamente lo intimo del cuerpo femenino en función del goce masculino, posteriormente, sus márgenes lésbicos, homosexuales y más actualmente transgénero, no binarios y todo el arsenal posible de nombrarnos colectiva o individualmente, permeando en toda la estructura sociocultural, como propaganda o campaña publicitaria, creadora de imaginarios sobre el cuerpo, el deseo y sus posibilidades de goce, recorte objetivo de cámara, cuerpo objeto recortado, hecho imagen y sonido que afectan otros cuerpos, subjetividades en desborde reproducibles en espacios domesticados, familiares, de trabajo, de batalla o donde sea necesario.
Como espacio de escritura, de especulación y de puro morbo, ocio y deseo, este sitio ha sido creado por un cuerpo queer, bi, cis, cuyo contacto prematuro con la pornografía heteronormativa abrió la pregunta e impulsó la búsqueda hacia una imagen de posible reconocimiento, pasando por diversos géneros, entre revistas ochenteras guardadas en las guanteras de autos familiares, desde el soft porn visto por señal de antena parabólica, al hardcore, pigs, beef, Sade literario hecho imagen de cuerpos orgiásticos, reconocibles en deseos, de goce y muerte, repetición de imaginarios compartidos, luego estereotipos, abyectos en vida, románticos, incestuosos, homoeróticos, como pederastas grecos, adolescentes pansexuales, fetichistas sagrados, superando el pop evangelizador de Warhol, Playboy o Bijou, conocedores de estéticas propagandística y poéticas deconstructivas, farmacopornográficas, estimulados por utopias de Preciado, de sitios especializados en conectar pantallas con culos, tetas, vergas y clitoris duros, anos estimulados a kilómetros de distancia por tokens, fluidos sudorosos, semen y gemidos vintage flotantes en el cyber espacio, profundamente virtuales.
Como infante queer imaginé hacer posible esa imagen en la que mi cuerpo se mostraba deseable, gozando, gozado y gozable ante otra mirada, capaz de manifestarse en erecciones, roces, lenguas húmedas, pezones, olores y secreciones, penetraciones inconscientes. Esta escritura en tanto texto e imagen, ocurre en dialogo y registro de un deseo que encuentra lugar para ser nombrado, fantasma resonante en lo intimo y vincular.




